Santiago Fuster Castrenoy
Buscando datos sobre el municipio, encontramos una nota sobre la Playa de Quilmes. ¿Quién la escribe? Un escritor hasta ahora desconocido para mí: Santiago Fuster Castresoy.
Era periodista de Caras y Caretas y nació en 1882, así que cuando escribió esta nota, tenía 33 años. Buscando otras notas, encontramos unas 70 con su firma. Escribió en la importante revista ya mencionada, entre los años 1912 a 1930. Su última nota registrada en esa publicación es un cuento corto en 1938.
Visitó provincias como San Luis, Tucumán, Mendoza, San Juan, Jujuy, Chubut entre otros lugares. Se ocupó de varios temas como el tango, orfanatorios, monasterios, bases navales, pueblos originarios, biografías de personajes ilustres, etc.
Algunas de sus notas son citadas en tesis universitarias y mencionadas como relatos de viajeros en algunos diarios del interior de nuestro país, como La Gaceta de Tucumán.
Fue director de una revista “El Record”, sobre educación física y deportes. Se dijo en su momento que fue única en su género, por el lujo y la presentación artística. Según la misma nota, Fuster Castresoy es considerado “uno de los mejores “reporters” de aquí. Esto hace esperar un triunfo ruidoso. Esperaremos” termina predicando la nota.[1]
También fue autor de libros, como: Ingenuidades y niñeces, 1911; 2 Cuentos y bosquejos” y “Errores de la propaganda argentina” entre otros. Por último, publicó en la revista VERBA entre 1926/27, de la ciudad de Gijón, España.
Datos biográficos
Santiago era español, al igual que sus padres, Joaquín y Susana Castresoy . Era el hijo mayor del matrimonio y según el censo de 1895, ya estaba en el país, con varios hermanos: uno español, otros tres orientales. Así que, antes de arribar a nuestro país, la familia pasó un tiempo en Uruguay. La llegada al país fue 1894 aprox. El padre era empleado. No encontramos registros de la entrada al país de la familia, que se pudo hacer destruido en uno de los archivos mal cuidados en nuestro país, pero como la hermana menor era uruguaya y tenía dos años, suponemos que ingresaron al país por los menos el año anterior al censo.
Vayamos ahora a la nota:
La Playa de Quilmes
Estamos en la época del año en que las ansias del espíritu y las necesidades del organismo, abatido por la canícula[2], se refunden como una sola fuerza, y se expanden procurando los encantos del reposo, las atracciones del paisaje, y el consuelo de la brisa. Las playas, legendarios refugios de las gentes adineradas, y, cuando es preciso, de las que saben serlo de ocasión, ofrecen el socorro de sus olas siempre frescas y excitantes.
Las serranías, como puertos de salud, brindan el halago de una temperatura discretamente fresca, cuando los infortunados mortales a quienes la suerte tiene agasajados aquí abajo, en este valle de la tragicomedia ciudadana, sudan a mares y piensan en las frescas mañanas que los camaradas se conceden… allá en los mares…
El pueblo, mañoso y hábil cual el mejor patricio, sabe hallar también sus puntos de veraneo, siquiera para los días festivos, en las anchas playas que bordean el Plata de norte a sur.
Quilmes tiene un amplio semicírculo arenoso, coronando el inquieto estuario. Tras de esa playa, el bosque, ni sombrío ni resplandeciente. Es un bosque lo suficientemente bello para constituir el encanto de un paseo. Tiene rinconcitos misteriosos, cual fragmentos de cuadro.
Las parejas que transcurren ese período enloquecedor en que el corazón encuentra bellezas en todo lo que toca y rodea al ser a quien amamos, tienen allí, bajo la fronda refrescante y robusta, entre los vericuetos del monte, los dulcísimos caminitos del ensueño. Senderitos apenas insinuados entre matas y yerbas, como huellas de una cadena que se arrastra lejos, muy lejos. . . Por estas pequeñas rutas, todo les parece bendito y poético, desde el césped hasta la traviesa ola que, al perderse en la arena tratando de invadirla, muere allí mismo, reducida a convertirse en una tierna caricia.
Buenos Aires popular emigra cada día feriado a esas playas en procura del expandimiento[3] que el taller, la oficina y la calle arrebatan al espíritu durante la semana. Para la playa se reservan los chismes humorísticos y las habilidades coreográficas, que lucirán pisoteando arena o yerba al compás de algún tango travieso. Las preocupaciones que dejó el gesto del novio el domingo anterior, van a resolverse ese día andando a tontas por los mismos senderos.
Al llegar, los que alardean de gauchos, buscan el sitio donde se celebró la otra fiesta, y donde manos hábiles hicieron el fogón para el primoroso asado.
Coches que llegan cargados de manojos de muchachas, joviales y frescas.
Automóviles que acarrean gentes algo más graves porque tienen algo más de dinero. Cabalgatas de enervante conjunto que penetran al bosque atronando como hordas de paso.
Chiquillos tan vagabundos como pintorescos que se acercan a pediros algo, y que os sirven para mucho si les dais comida y unas monedas[4] . Músicos ambulantes cotizando alguna ‘tocatta vechia, má, bona…
Revendedores que ensalzan sus mercaderías a grito vivo y os aturden… Y, por todas partes, en esta temporada, la playa de Quilmes se anima, se puebla de carcajadas, gritos y valses…
Hombres y mujeres de todas edades participan de esas horas, distintas a las que se pasan aferrados al trajín de la lucha por el pan.
En otro tiempo, cuando no era frecuente la concurrencia a esta playa como punto de recreo, allá íbamos cada jueves los seminaristas de Bernal, a tomarnos un recreo que la prudencia del superior otorgaba siempre, a fin de que nuestro carácter no quedase ensombrecido por la pesadilla del pupilaje continuo y monótono.[5]
Más de una cabeza tonsurada[6] hoy, se revolcó en aquellas arenas, bajo el chapuzón que a descuido de los maestros les propinaban los compañeros.
Y, ciertamente, pocos años después, al contemplar este pedazo de tierra en que algunos hombres de hoy hemos sentido palpitar aspiraciones que nosotros mismos hemos matado, no he podido contener la emoción.
Se llora y se ríe ante estos cuadros del suelo de nuestra infancia, y mayor es el contraste cuanto más se quiere la vida y mejor se sabe amar lo que ella nos brinda…”
Por Santiago Fuster Castresoy
Caras y Caretas, N° 851, sábado 23/01/1915
Loteos con sudestadas
Al encontrar esta nota de color de la revista Caras y Caretas, de 1915, descubrimos, observando las imágenes, un Quilmes primitivo, rústico, con gente de a caballo, aunque se mencione que los coches acudían a sus playas.
En ese año, seguramente el artículo fue de propaganda, para incitar a los potenciales turistas a acercarse al balneario de Quilmes, que estaba por inaugurarse por la empresa de los Hnos. Fiorito, trayendo beneficios económicos para cierto sector de los propietarios de la zona.
Los Fiorito en el año 1908, comenzaron a lotear la fracción de Parry, que sería conocida como“Villa Lujan”, la venta se efectuaba los domingos de diciembre, la zona de bañado que va de Otamendi, hasta la calle Echeverría. Eran 511 manzanas divididas en 17.374 lotes, en cómodas 60 cuotas mensuales de un peso. Se anunciaba la construcción del balneario, con bombos y platillos, pero la nota de 1915, no mostraba construcciones todavía.
La venta era indicado para: “Ricos, especuladores y obreros”. Todo dicho. Muchas de las cuadras se encuentran actualmente desocupadas por la zona de bañados y las continuas inundaciones.
Estos terrenos limitaban a través de la calle Cevallos, con las propiedades de: Francisco Younger, Antonio Cambaceres, Stevenson y Laurentino Aranda, hasta la calle Brandzen (así se escribe la calle Brandsen en Quilmes).
Los Fiorito también lotearon pero en 1909, más precisamente los domingos 17 y 24 de enero, la zona denomina “Villa Margarita”, entre las vías del ferrocarril, entre Dorrego y Lugones, unas 8 cuadras, dos de ellas más chicas que las otras, en una cantidad de 250 lotes, a pagar 4 pesos por mes.
Como vemos, la diferencia de precios de los terrenos “anegadizos” de Villa Lujan y lo de Villa Margarita, es de 4 veces.
También, por último, nombramos a Villa Unión de Fiorito Hnos., del cual no tenemos los datos todavía, pero era una venta de 12 cuadas, adyacente a la sucesión de Massa por donde circulaba el mismo tranvía de Villa Lujan, que perteneció a los Hermanos Fiorito.
Estos tres loteos de la misma, muestran un Quilmes en expansión en los tiempos del Centenario, que estuvo signado por el estado de sitio, por las continuas huelgas obreras y protestas en la Argentina agro exportadora.
Palabras Finales
En una parte, el autor de las líneas menciona que era, o conoció seminaristas de Bernal, y como el 5 de abril de 1891, es la fecha de colocación de la piedra fundamental del colegio salesiano de Bernal, hecho acontecido 24 años antes de la aparición de esta nota, es probable que Santiago Fuster Castresoy, un importante escritor de esa época, haya estado internado en Bernal, dato que tenemos que verificar. Estamos entonces ante una persona que conoció la zona, de motu proprio, o por referencias muy cercanas que pudo haber recordado sus tiempos de estudiante.
Rodolfo Cabral
[1] Apolo, año III, N°12, Revista de Montevideo-Buenos Aires, Febrero de 1908
[2] Parte del año más caluroso del año, la palabra viene de la estrella de sirio, perteneciente a la constelación del Can mayor, que significa perro, y se utiliza en el hemisferio boreal para indicar el tiempo de mayor calor del verano. De allí la expresión de “un calor de perros” que se utilizaba antiguamente.
[3] Palabra utilizada como ocio o descanso semanal.
[4] El autor describe la pobreza de los vecinos de la zona.
[5] El autor afirma que fue seminarista en Bernal.
[6] Corte de pelo circular en la coronilla de la cabeza, que se hacia los religiosos católicos.
Que lindas notas, tanto la del autor de antaño como los aportes de Cabral.