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Quilmes: la nueva Ciudad Indiana

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En el día que, según el Santoral Cristiano, 14 de setiembre, se venera la Exaltación de la Santa Cruz, fecha probable de la fundación de la Reducción de la Exaltación de la Santa Cruz de los Quilmes, hipótesis del historiador Luis Otamendi.

 

Algunas reflexiones sobre qué somos.

El historiador social Juan Agustín García publica en el año 1900 un libro titulado “La Ciudad Indiana (Buenos Aires desde 1600 hasta mediados del siglo XVIII”, y ya en su Capítulo II, parágrafo II [1] no podía dejar de mencionar como su caso inicial a la “Reducción de la Santa Cruz de los Quilmes”, ejemplo de tal mezcla. E inmediatamente se lamenta por su continuo despoblamiento. Señala además el fracaso de este sistema que se impuso en Las Campañas alrededor de Buenos Aires. Recuerda también el caso de otro enclave indígena fallido, la “Reducción del Santiago del Baradero”. Así, podemos avizorar en este libro cómo la élite cultural porteña – la generación de 1896 a la que pertenecía García- [2], tenía pensado a Quilmes como siendo parte de una ciudad indiana entre dos siglos. “Ciudad”, término expresado en un sentido amplio: núcleo poblacional, independientemente que se encuentre en el campo y poblado por indígenas, españoles, u otros.

Ya sabemos que la Reducción de los indios Quilmes fue un régimen de indudable semi esclavitud y servidumbre, forzado, doloroso; pero además boicoteado señorío español que no pudo crecer en ningún sentido por las características propias de esta zona del Río de La Plata.  García escribía pensando que, en los albores de las nuevas ciudades fundadas por los españoles en el origen del país no se podía prescindir de la cuestión indígena, ya sea como rechazo o incorporación al trabajo agrícola, explotación de minas, encomiendas, posesión de territorios y riquezas naturales y animales, etc.  El nacimiento de las primeras ciudades coloniales para él estaba ligado inexorablemente a la situación, desarrollo y tratamiento de lo indígena.

No vamos a hablar aquí de José García, ni abundar en detalles sobre nuestra Reducción, que le dio el nombre a nuestra actual Ciudad y permaneció dentro del actual ejido central de nuestro territorio nada menos que 146 años, desde 1666 a 1812 [3], ya que ha sido tratado en diversos trabajos de toda índole [4].

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Monumento al Indio Kilme, emplazado en la ribera, en plena sudestada, destruido hace un tiempo por un automóvil que lo derrumbó. Foto Diario Perspectiva Sur.

Pero el título de Juan García es inquietante. ¿Cómo es posible que una “Ciudad” sea a la vez “Indiana”? ¿Nos ofende, nos disminuye o enaltece? ¿O es sólo un dato más de la realidad? Tendemos a pensar que aquélla, la Ciudad, sería símbolo de civilización, cultura, donde se ejerce el trabajo más alineado a las fuerzas tecnológicas de punta de una época, y ésta otra, la Indiana, sería expresión de la barbarie, la ignorancia, el nomadismo y la sencillez de métodos artesanales para la subsistencia económica, según las categorías brutales y discriminatorias empleadas años antes por Sarmiento en su Facundo. Parecen términos irreconciliables. Pese a ello, al decir “Ciudad Indiana”, provocadoramente, García busca saldar las antañas diferencias entre Ciudad/Campo, Vida Urbana/Vida Rural, y tal vez otras más, Trabajo Intelectual/Trabajo Manual, a partir de pensar una unión o complementariedad dentro de las diferencias. Las divisiones aquellas venían como hierro candente desde el siglo XIX, fueron definiéndose y acomodándose durante el siglo XX, y hoy nos resultan más diluidas, pero no menos complejas, envainadas en otros problemas nuevos.

Aldea, Pueblo, Ciudad.

Quilmes fue declarada “Ciudad” por el Gobierno Provincial el 2 de agosto de 1916, y el término se empleó en sentido estricto como núcleo poblacional denso, civilizado, con diversos servicios, industrias y comercios, escuelas, etc. Hubo un inventario previo detallado para argumentar elevarse a esa categoría. La vara para medir el nacimiento de una “Ciudad” en general era su ingreso a los parámetros de la Modernidad.  Quilmes Había sido “Pueblo” desde 1812, y en su remoto origen, durante mucho tiempo, fue también una “aldea” indígena, una Reducción. Aldea, Pueblo y Ciudad fue su derrotero.  La capital Provincial, en cambio, fue desde su origen “Ciudad de La Plata”, no tuvo núcleos precedentes: desde el Plano de diagonales y escuadra de Dardo Rocha, diseñado en un escritorio, se pasó a construir su realidad en el territorio. Quilmes, a diferencia de aquella, desde los límites territoriales difusos antiguos de la Reducción, pasó al Plano de Mesura de 1818, con delimitación de manzanas y chacras, y desde allí a la realidad de ser cabecera de Partido. Por ello nada más apropiado que otorgarle a Quilmes el blasón de “Ciudad Indiana”, desde aquel libro de García publicado hace 120 años.

Pero lo paradójico y problemático es que, en 1916, cuando se le otorgó a Quilmes el título de “Ciudad”, no quedaban indicios de la existencia de un solo indio Kilmes  de origen auténticamente serrano de Tucumán. Antes, y hasta 1812, se registraban apenas una decena de personas integradas en tres familias indias puras [5] que se habían ido muriendo y reemplazados por algún puñado de foráneos “españoles” pobres en los alrededores, sin mezclarse con ellos, porque decían sentir alguna “repulsión” para querer compartir las instalaciones principales de la Iglesia, centro que los agrupaba a unos y otros (véase Guillermina Sors, ob. Cit, pág. 56). De manera que encuadrarla como “Ciudad Indiana”, tanto en 1900 como ahora, suena arriesgado.

Entonces, aparecen así en las nervaduras íntimas de la sangre fundadora de esta particular “Ciudad Indiana”, debido a esa dilatada existencia de la “Reducción de la Santa Cruz de los Quilmes”, las contradicciones, leyendas y mitos de haber sido una aldea indígena de lenta degradación temporal. Cuyo momento final se apagó luego de la Revolución de Mayo casi sin dejar rastros, excepto en algunos documentos administrativos oficiales, como una sombra borrosa que se dibuja sólo a través de ciertos registros, rescatados con dificultad y tardíamente [6]. Reducción que fue extinguida por Decreto del 14 de agosto de 1812 cuando ya estaba exánime, vacilante, revolcada en el fango y la desidia de su imposibilidad existencial. Entonces  se la pobló nuevamente con criollos, mulatos, esclavos, españoles, nuevos jueces, campesinos, militares, clérigos, y funcionarios, y se declaró a su territorio, el viejo ejido, lugar “libre a toda clase de personas” [7], libertad referida, cabe remarcarlo, sólo al libre tránsito de cuerpos, no a la libertad personal, porque las “personas” seguirían siendo lo que la categoría social les adjudicaba, de “toda clase”, donde los esclavos seguirían siendo esclavos y, por supuesto, donde se inauguraba de hecho la libertad a todo tipo de comercio, movimiento clave que trajo  esa “extinción” como mochila encubierta del liberalismo de Mayo.

Lo significativo, y todavía escasamente apuntado o estudiado, es que la propiedad del viejo territorio virreinal indígena pasaba así a manos del propio Estado Naciente, por delegación jurídica automática, pero por poco tiempo, dado que en el término de 6 años quedaría en propiedad de diversos y nuevos dueños, adjudicados según el Plano de Mesura de 1818 en chacras y solares (manzanas), como ya dijimos, a personas muchas veces premiadas por lealtades dudosas y otros servicios.

Toda esta línea de tiempo constituye hoy, desde nuestros comienzos, un espejo propio, específico, real, único en todo el más amplio territorio del Pago de la Magdalena, luego Curato de Quilmes, colgado en la intimidad de nuestra casa común, donde resulta difícil mirarnos sin que el reflejo se distorsione por la ideología, los sentimientos, los prejuicios. ¿Por qué vivo en una (que fue) Ciudad Indiana? En definitiva: ¿Qué clase de Nueva Ciudad Indiana somos, si hay tal cosa para definir? ¿O tenemos que sacarle alguno de los dos conceptos que la componen para definirnos mejor? Porque algunos parten desde un indigenismo ahistórico exclusivista, sin Nación Argentina, sin Ciudad, preexistente y con derechos inalienables que, aunque extinguida físicamente, sostiene un tipo incomprensible de perdurabilidad; y otros parten desde un nacionalismo contra histórico de corneta que, si nos descuidamos, todavía ponen precio a las orejas de los naturales, es decir, sostienen una ciudad limpia, ya sin Indios desheredados y que, además, si se profundiza en su “nacionalismo”,lo encontramos lamentándose de haber derrotado a los ingleses a 20 kilómetros de nuestras costas contra su liberalismo y herejía de ultramar, y echando bufas contra Santiago de Liniers.

Algunos intentan decir elípticamente, y no tanto, que el “Pueblo” de Quilmes nació con el nuevo caserío instalado a partir de 1812 [8] .La prueba concreta la brindaría sus primeras casas firmes sobre la barranca. Antes, desde 1666, Quilmes habría sido como el registro de un lector encefalográfico muerto, sin casco urbano a considerar, una línea de tiempo en la naturaleza, plana, sin variantes verticales. Como si los materiales perecederos usados por los indios para guarecerse y vivir durante 146 años: pasto, barro, paja, madera, regadíos y cultivos, no pudieran ser parte de un registro civilizatorio, y ellos desaparecieron como se erosionan los elementos orgánicos. Los desaparecidos ya no están, no existen, son una entelequia. Para esta visión sesgada no hubo algún tipo de Pueblo precedente; uno está separado de lo otro, y el anterior queda inexistente. Es la mirada de lo urbanístico sobre lo antropológico y social, un concepto estrecho de Ciudad, ése que García intentaba superar hace 120 años. Al fin y al cabo, eran llamados “naturales” de la tierra desde la época colonial, anulado o extinguido el territorio, anulado lo natural, comienza el ladrillo, el registro perenne. Y otros intentamos decir que hay una continuidad con rupturas desde los ancestrales orígenes de 1666 hasta nuestros días, porque no nos limitamos a la tangibilidad de los elementos culturales como prueba de existencia y valor de un pasado, muchas veces destruidos con violencia.

Esa ruptura, el momento de la antítesis, debe definirse si es parcial o absoluta. Si es absoluta, hay dos Historias, en la que una apenas cuenta como calendario, ya no continúa y seguramente será desvalorizada. Si es parcial, al mismo tiempo cabe preguntarse ¿qué se incorpora como síntesis traída del pasado hacia el futuro?

Algunas respuestas: El casco céntrico de Quilmes sobre la base de la Reducción es la primera respuesta, una obviedad insoslayable. Desde la propiedad anterior en suerte de estancia de Pedro de Quiroz, lugarteniente de Juan de Garay, primerísimo asentamiento de esta parte del inmenso Pago de la Magdalena, y centro luego del Curato. Y su expansión hacia el Oeste, desde ya, es su elemento cercano incorporado, inmediato. También sus caminos de comunicación hacia el Norte y hacia el Sur; la Comandancia de la Punta de Quilmes; el puesto militar de control del contrabando para impedir que se rompiera el monopolio español sobre las cercanías de la Reducción; la democracia cabildante que acató para el resto de los habitantes del Curato la Revolución de Mayo de 1810. Y el mantener alejados de sus alrededores a los ganaderos (que le hubiera dado a Quilmes una impronta más terrateniente durante mucho tiempo, que no tuvo), por sobre los agricultores (impronta más favorable a la división urbana, como se verificó), base de un crecimiento poblacional más rápido e intenso, nada menos, que nos fue convirtiendo en el quinto distrito más poblado de la Provincia. Luego, entender que el suelo que pisaron los Kilmes cuando estamos en su Casco Céntrico es el mismo que pisamos nosotros hoy, nos posiciona mejor para reflexionar sobre la integralidad de una Ciudad tan amplia, rica y diversa como la nuestra, es decir, arrojarse afuera de una mentalidad de pago chico exclusivo y tal vez arrogante. Como una ironía del pasado cabe preguntarse: ¿Los desterrados nos destierran o nos incorporan a otra visión de la tierra?

Tal vez valga decir que los mitos indígenas, aunque imperceptibles o indescifrables en el ciudadano actual, seguirían actuando en la imaginación, aceptada o reprimida, por el sólo hecho de saberse en el origen de una ciudad indiana. Como todo poeta, algo habla siempre a través de lo que ya no es o existe, sigue teniendo un agente activo en su espíritu que le brinda el eco de una campana muy antigua. La cerveza llegó mucho después. Una Ciudad, por un lado, con un aspecto lacunar, invadida recurrentemente por las sudestadas de la ribera y el desborde de arroyos, una puerta hacia lo marítimo, lo líquido y barroso y, por el otro lado, el contraste con indígenas provenientes de la serranía, lo continental, la sequedad, la piedra, una entrada al interior profundo del país, a su centro, Tucumán.

Es significativo observar que aquí, a diferencia de otros lugares emblemáticos de la conquista europea (Mayas, Aztecas o Incas) no se arrasó con edificios firmes, o se construyó encima de ellos la parafernalia del vencedor. Esto era llanura, humus, y humedal. Se podrá alegar, sin embargo, con ciertos fundamentos, que el débil Cabildo Indígena Kilmes como órgano político de la Reducción, que actuaba subrogando al Regidor español, y sus limitados medios de subsistencia, impidieron construir con sus pequeñas fuerzas materiales, en la llanura y en el humedal, algo que los perdurara en el tiempo hecho en piedra u otros objetos resistentes.  Y nos hubiera dejado así un legado tangible y descriptible poderoso, de su vida, de su mitología y creencias, influidas ya por esta llanura, más lo propio del Valle Calchaquí. Pero sólo se han registrado hasta ahora algunas puntas de flechas, trozos de cerámicas, y los huesos de sus ancestros enterrados en un cementerio. Huesos que se presume con bastante certeza están por debajo de los cimientos de la actual Catedral lo que, según sea vea, sin ánimo de polemizar sobre un tema tan sagrado, no sería tanto olvido ni destrucción, sino más bien un resguardo eterno dentro de un camposanto, dada la espada lapidaria del Decreto liberal rivadaviano de extinción de 1812, que los hubiera hecho desaparecer allá donde se encontraren.

¿Por qué no hubo “Ciudad Indiana” en el Escudo de Quilmes?

Por cierto, Quilmes tiene su Escudo determinado por Decreto Municipal del 27 de diciembre de 1944, sobre la base de un anverso grabado en una medalla que se le dio a los concejales e Intendentes como reconocimiento a sus servicios por una Ordenanza de 1914. La Junta de Estudios Históricos de aquel entonces, con influyente participación del historiador José Alcides Craviotto [9], su primer presidente, explicó los significados del actual blasón que nos preside.

Escudo de Quilmes . ciudad indiana
Escudo de Quilmes, año 1944

Nosotros entendemos que Craviotto hizo un esfuerzo para ver en el Escudo aquello que no se visualiza, pues no hay ningún rasgo en él que nos remita a nuestro origen indígena, completamente olvidado en la medalla de 1914. Y que no se quiso replantear en 1944, momento de su creación, en vísperas de la asunción nacional del primer peronismo. El historiador se empeña en decir que el elemento “indígena” estaría representado en el fuego sobre la barranca, pues supone que ella, además del carácter geográfico de la costa, constituiría un altar de sacrificio, recordando el martirio eterno de la etnia. Cuando más bien, según creemos nosotros, ese fuego o llama hace alusión a la “luz” iluminista de la Razón, guía de viajeros y extraviados, un faro, un orgullo del vencedor moderno y de cara la Ciudad pura. Probablemente además realice un guiño indirecto a la masonería, tan afecta a la heráldica con ese tipo de símbolos. No se dibuja, por ejemplo, ninguna cruz que, si bien no está asociada propiamente a lo indio, la Reducción fue fundada como “Exaltación de la Cruz” desde su creación hispano católica y virreinal. En todo caso, el Escudo se limitó a un difuso “altar” de otra especie, con una llama votiva sobre él. Es muy difícil unir esta “luz” con la etnia Quilmes desaparecida porque no había habido en todo el periodo entre 1914 la 1944 intención de recuperarlos en su auténtica dimensión. Por lo tanto, la asociación de la llama con la eternidad de la etnia es, a nuestro modo de ver, muy forzada. Es decir, la Ciudad, que en 1914 estaba en vísperas de ser declarada como tal, de Indiana, nada, y en 1944, cuando recién comenzaban tibiamente los estudios sobre la Reducción en el territorio, tampoco.


¿Cómo fue tratado lo Indiano en la Bandera de Quilmes?

Bandera de Quilmes, año 2014
Bandera de Quilmes, año 2014

Posteriormente, el 14 de agosto de 2014, se proclama también la creación de la Bandera del Distrito, dibujada por una alumna de 5to Grado, y después de un Concurso amplio realizado entre alumnos de varias escuelas de niños y adolescentes.  Aquí ya se puede ver una combinación de elementos que nos acercan más a la verdad y a la integración histórica, puesto que la mitad de ella es la cara de un indio Kilme, de rasgos suaves que diluirían la fiereza de su naturaleza combativa, con vincha representando icónicamente a la serpiente, propio de los diaguitas en el Valle Calchaquí, y plumas.  Lo sorprendente es el ojo “celeste” del indio con el cual se quiso mostrar que somos la mezcla con la “inmigración”, una manera infantil de referirse a lo de afuera y no a lo de adentro, que está en lo profundo del subliminal popular luego de tanta educación sarmientina, desde ya no bien ajustada a los hechos históricos locales. Porque siendo una Bandera de Quilmes y para Quilmes es preciso advertir que lo indígena aquí no se mezcló con la inmigración, no se permitió; la Reducción fue cerrada a todo tipo de viajeros que se quisieran instalar en ella. Ese control, aunque tal vez no del todo efectivo, fue estricto.

Más bien el “Pueblo” de Quilmes comenzó en su gran mayoría con criollos de ascendencia hispana (ver la asignación de chacras en el Plano de Mesura de 1818).  Las olas inmigratorias corresponden en la localidad a otras épocas históricas, lo que genera una confusión que no ayuda a comprender el fenómeno indio y tampoco el fenómeno inmigratorio. Lo indio, en la Bandera, se sostiene en los adornos, y el componente extranjero en lo cromosómico dentro del cuerpo del indio, el “ojo celeste”. Lo criollo no se expresa. En la Bandera el mestizaje del componente indio con lo extranjero se expone como directo, en el ojo “celeste”, sin pasar por el largo periodo criollo, relativamente puro, que fue Quilmes como “Pueblo” (o Ciudad, en sentido amplio) desde su nacimiento en 1812 a 1865/70 aproximadamente. El barco de la otra mitad de la Bandera es la nave del Almte. Brown en el Combate de Quilmes contra la Escuadra Imperial brasileña. Nosotros creemos que, a medida que pasen los años, se verá con mayor perspectiva que esta composición de la icónica de la Bandera Local estuvo impulsada por una recuperación del elemento indígena que todavía no sabe qué hacer, o cómo comprender, todo lo anterior y lo que vino después de su ruptura en 1812.

Dicho sea de paso, y como subrayó hace muy poco el historiador social y politólogo amigo Jorge Márquez, se da el multifacético caso que el Aniversario de Quilmes se “festeja” cada 14 de agosto, fecha de extinción de la Aldea indígena llamada “Pueblo de los Kilmes”, según referencia y fecha del decreto de Rivadavia de 1812, hecho que debiera ser más conmemorativo que celebratorio.  Al mismo tiempo, en esa fecha, se recuerda la creación del “Pueblo” que será en adelante definitivamente de “Quilmes”, con la gramática española sin la carga prusiana de la “K”. Festejo de “extinción” y “creación” no parecen ser muy compatibles entre sí, aunque eso le sucede al mito del Ave Fénix, que renace de sus cenizas. Pero también, como si no fuera suficiente, se recuerda que es la fecha de la “fundación” de la propia Reducción en 1666, por la cual este último “Pueblo” de Quilmes incorpora la vieja antigüedad de Kilmes, hecho que decidieron por convención los concejales municipales según Ordenanza del año 1935 [10], ignorando la posibilidad cierta que su fundación haya sido el 14 de setiembre de 1666.


Conclusión provisoria

Evidentemente, no hay una nueva “Ciudad Indiana” en sentido estricto”.  Pero lo indígena todavía sigue expresándose en el territorio. Está en los pobres, en los desamparados, en los excluidos, en los bolsones de miseria, en los rancheríos excluidos de la periferia, en los diversos sentidos de la discriminación, del olvido, y del ocultamiento, de un gran Partido que debe decidirse a elevar a todos a los bienes de una Ciudad, casi la más antigua de la Provincia, y la quinta en el orden demográfico. Como vemos, la Cultura, todavía tiene mucho por hacer, revisar y aportar.

Victor Gabriel Gullotta.

 

  • [1] García, Juan Agustín, La Ciudad Indiana, Editorial Claridad, 1933, pág. 36.
  • [2] Junto al historiador Ernesto Quesada, José Ingenieros, Joaquín V. González, Carlos Octavio Bunge. Una línea de pensamiento en general positivista, algunos con inclinaciones por lo social (como Quesada), y a veces impregnados de un marxismo temprano e infantil (como Ingenieros), y otros liberales pro ingleses (como Bunge). Podemos decir que García pivotea entre ellos, con originalidad y abundante verborragia, pero trata de pensar la argentina desde lo social,
  • [3] Comprendía una amplia extensión en cuanto a su orden legal-administrativo, calculada desde el inicio de las barrancas paralela a la ribera, entre Avda. Las Heras y Avda.Triunvirato, y desde éstas hasta la Avda. Donato Álvarez, aproximadamente, aunque su núcleo poblacional, el caserío indígena y colonial, se concentró alrededor de la actual Catedral de Quilmes. En medición antigua: 3000 varas de frente (al río) por legua y media de fondo.
  • [4] Para una interpretación de las causas de su despoblamiento, recomendamos: Gullotta, Víctor Gabriel y Poli, Edgardo, “Algunos enfoques para el conocimiento de la historia antigua de Quilmes”, Cuadernos de Historia Nro. 7, Ateneo de Estudios Históricos Manuel Belgrano, 1985, págs. 16/34. Y también, Otamendi, Luis, Historia de la Reducción 1666/1812, Biblioteca DF Sarmiento, 1968.
  • [5] En 1666, en la Reducción había, según se consulten las fuentes: Más de 1000 (200 familias) indios de origen Kilme y acalianos (Guillermina Sors); 760 según Levoratti-Lager; 455 según García en 1680. Todos coinciden, más o menos, en que según el Padrón del Cabildo Indio en 1812 había 216 personas y sólo 3 familias eran directas descendientes de indios. El mestizaje con foráneos fue mínimo por las características propias de la Reducción. Ver Apéndice Documental en el libro de Guillermo Sors, citado a continuación.
  • [6] Como recién lo hizo por primera vez la historiadora Guillermina Sors en 1937. Véase Sors, Guillermina, Quilmes Colonial, Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, Taller de Impresiones Oficiales, La Plata, 1937.
  • [7] El Decreto firmado por Bernardino Rivadavia, del ala liberal más pro inglesa, Secretario de la Primera Junta de Gobierno, dice: “Declárase al Pueblo de los Kilmes libre a toda clase de personas: su territorio por de la propiedad del Estado: se derogan y suprimen todos los derechos y privilegios que gozaban los pocos Indios que existen en dicha población; y en su virtud se extingue en los citados naturales toda jurisdicción, amparándoles por ahora en la posesión de los terrenos que ocupan, y cultivan, hasta que el Coronel D. Pedro Andrés García realice el plano que se le ha ordenado formar del indicado Pueblo, en cuyo caso se publicarán las demás providencias acordadas. Comuníquese esta Superior Resolución al Gobernador Intendente de la Provincia para que la haga entender, y cumplir, según corresponda” (14.08.1812).
  • [8] Oliva, Marta, “Centros Históricos y Centralidades Urbanas. Quilmes y su Casco Histórico”, en “Quilmes, 346 años y un bicentenario – 1666 -1812 -2012. 10 autores para un Homenaje”, Editorial Buenos Aires Books, págs. 174/181.
  • [9] Craviotto, José A, “El Escudo de Quilmes en la Medalla”, separata del Boletín Nro. 8 del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, Buenos Aires, 1960.

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