Habían sido 17 años de exilio obligado, del Luche y Vuelve, de apretar los dientes y aguantar, pensando que algún día retornaría.
Tiempos de resistir, porque su nombre, aunque prohibido, nunca dejaría de ser el grito de rebeldía de los vulnerables.
Por eso, el jueves 16, militantes y vecinos se congregaron desde la tarde en la placita de la Juventud (Plaza Pellegrini). Caminarían a Ezeiza a recibir a Perón bajo una lluvia torrencial.
Las fuerzas armadas tenían otros planes. El aparato represivo que debía evitar la fiesta popular, estaba aceitado. Treinta y cinco mil hombres del Primer Cuerpo de Ejército y 13 mil efectivos del interior (Carulli, Caraballo, Chariler, Cafiero, 2000: 346), salieron a las calles aquella noche. El regimiento 1 de Patricios, que eran los responsables del cerco del Sur, se estimularon entonando la marcha de la libertad.
Cuando los caminantes partieron en busca de su destino, el Giuseppe Verdi de Alitalia ya estaba en vuelo. Con el General venía una comitiva numerosa y reconocida —un quilmeño por adopción estaba ahí, el boxeador Abel Cachazú—. Aquel grupo había querido oficiar de salvoconducto ante posibles atentados.
Perón tenía 77 años y la salud deteriorada. Aun así, decidió volver, eran momentos complejos a los que le puso “el cuero”, a pesar de los dichos de Lanusse.
Los quilmeños y quilmeñas marcharon por Andrés Baranda hasta Triunvirato, pero las patrullas empezaron la dispersión. Si bien se reorganizaron en Calchaquí, hubo detenidos que fueron llevados a la comisaría tercera. Monteverde podría ser un camino, pero en Claypole habría que escapar por las vías.
A esa altura de la jornada, los caminantes sabían que llegar sería sortear obstáculos de un ciclo histórico que se negaba a concluir.
Oscar Antón, participante de aquella campaña, menciona a algunos compañeros como Raymundo Allerbón, Silvia Bacca, Cacho Guerrero, Jorge Borro y Alicia Erresabal.
Todavía recuerda la alegría y la frustración de haber participado de esa experiencia única.
Tito Alburúa (tenía 15 años), marchó junto a su hermana Mary Alburúa y un grupo amigos, cuenta como síntesis: ” caminar por las vías, que los militares tiraran, sin poder escuchar sí venía el tren resume parte de lo que fue esa historia…”.
El Pájaro Colaone (que tenía 17 años), había salido de la rotonda de Pasco en un camión con un grupo de estudiantes (algunos de ellos integrarían la UES). De inmediato, evoca la electricidad de los tiempos, el dolor que le habían generado los fusilamientos de Trelew, y el luche y vuelve como consigna de un peronismo unido. También relata el estupor ante el silbido de las balas y el “cuerpo a tierra” obligado en las cercanías de la ruta 205.
El último de los cercos del ejército custodiaba de manera férrea Ezeiza, pero las columnas avanzaban igual. La resistencia asumía forma de obstinación. Una experiencia de coraje y sentimientos encontrados.
A las seis de la mañana el agua arreció nuevamente, no era solo la lluvia, ahora, los camiones hidratantes apuntaban a los militantes que levantaban los brazos. Ni los curas Luis Farinello, José Tedeschi, y el padre Julio de la Villa del Monte pudieron evitar la represión, nada calmaría la orden de impedir que el pueblo llegara.
A doscientos metros del arroyo las Ortegas, los efectivos dispararon sobre quienes marchaban.
Corridas en el lodazal, lluvias y balas.
Sobrevivir y no poder llegar. Allí,cayó Oscar Saldaña,como consecuencia de un disparo de FAL. En ese grupo estaba Salvador Giaquinta, Ariel Bucich, Cora Otamendi y Carlos Pandiani(p).
El doctor Avenafue quién lo atendió (Nueva Plana, 1972: 15), para luego acompañarlo al hospital y quedar detenido en la comisaría de Monte Grande, junto a 90 compañeros.
Cerca de la estación el Jagüel, la última barrera sería infranqueable. Los protagonistas, en el escape, veían la torre del aeropuerto. Las casas del barrio Siglo XX se convirtieron en el único refugio posible: el objeto del deseo se alejaba indefectible.
Los tanques avanzaron derribando paredes de medianeras, en la dispersión se mezclaron los sonidos del himno, los disparos y la hélice de un helicóptero.
Ezeiza estaba ahí nomás. Cuentan que en el avión, también cantaban el himno.
A las 11.08 aterrizó Perón. Solo unos pocos pudieron llegar.
Las revanchas históricas suelen tomarse su tiempo, pero las perseverancias militantes saben que a pesar de algunas frustraciones momentáneas, las alegrías populares se consuman.
Jorge Márquez
Bibliografía
Revista Nueva Plana (noviembre 1972). Buenos Aires, Primera Plana S.A.
Liliana Carulli, Liliana Caraballo, Noemí Chariler, Mercedes Cafiero (2000). Nomeolvides, Memoria de la resistencia peronista. Buenos Aires, Biblos.
Agradecimientos por testimonios a:
Oscar Antón.
Ernesto “Tito” Alburúa.
Pájaro Colaone.
“…En ese grupo estaba Salvador Giaquinta, Ariel Bucich, Cora Otamendi, Carlos Pandiani y el Doctor Avena (p)…” gracias querido Historiador de Quilmes Don Jorge Marquez , tambien estuve con diez años, y Victor Leyes ( padre de Leonardo ), JuanJo Isola, y tantos, un caluroso abrazo y mi agradecimiento.
¡Qué gran aporte, Jorge! Y el de tus lectores, muy oportuno. Yo también junté algo de Quilmes que viene a cuento. Mientras investigaba los orígenes de la Triple A, hallé que la Comisión organizadora de Quilmes estuvo integrada por futuros montoneros y tripletas. Ahí va el material con un par de fotos. Tengo más documentación. http://centroinformativoberazategui.com.ar/lluvia-de-noviembre/