Un lector asiduo de Pueblo Kilmes, Eduardo Díaz, padre de tres hermosas niñas, trabajador incansable, y que a veces entre noches y madrugadas incursiona y reflexiona permanentemente sobre los grandes temas históricos nacionales, nos ha hecho llegar un artículo sobre las vicisitudes que pasó su familia desde los primeros ancestros conocidos en Tucumán hasta San Francisco Solano y Florencio Varela, como una réplica cercana del recorrido de los Quilmes del Tucumán hasta nuestra localidad. Eduardo se ha preocupado por desarrollar en paralelo la línea de tiempo de su familia con la historia nacional y local, con un procedimiento que seguramente se repite en muchas familias que intentan reconstruir su pasado. Los invitamos a leer y a reconocernos en el espejo pintoresco, dramático y apasionante de su propia familia que nos propone el autor.
DE TUCUMAN A SOLANO. UNA APROXIMACIÓN A LAS MIGRACIONES INTERNAS DESDE UNA PERSPECTIVA FAMILIAR.
Por Eduardo Díaz.
Un Breve Prólogo
Durante la investigación sobre la historia de mis familiares surgieron algunos interrogantes inquietantes: ¿Por qué tanto interés en saber sobre el pasado de las personas? ¿De qué sirve indagar en la memoria individual? ¿O incluso en la popular?, como si la historia solo fuese materia de grandes hombres escrita por otros que así creen serlo.
Estoy convencido que detrás de cada persona, más allá de estar viva o muerta, ser mujer u hombre, humilde o rica, anónima o popular, existe una historia que lo sustenta. Es decir, un entramado de hechos, circunstancias, vivencias y pasiones que han configurado la existencia del ser humano. Y esa historia personal merece, a mi criterio, un relato que la saque a la luz, que la dé a conocer, procurando así evitar el vacío y el olvido que provoca el irremediable transcurrir del tiempo. Es por ello que aquí se intentará reconstruir parte de las historias de vida de mi tío Domingo Antonio Díaz (Cacho), prestando especial atención a su arribo a San Francisco Solano y sus primeros años en esa localidad durante los años sesenta.
Desde esa perspectiva personal y familiar, a la vez intentaremos una aproximación al fenómeno de las migraciones internas que tanto han tenido que ver en el poblamiento y crecimiento del conurbano bonaerense.
Raíces en el Norte Argentino
Pedro Donatilo Diaz, padre de mi tío Cacho, nació el 30 de julio de 1908 en Belén, Catamarca, y falleció en Tucumán el 01 de marzo de 1995. En algún momento de su niñez o adolescencia dejó de ser criado por su madre y pasó a vivir con la flia Andrada. Con esta familia se mudó a Santa Ana, Tucumán, en los años veinte.
Juana Torino, la madre de Cacho, nació en Tucumán el 7 de abril de 1909 y falleció el 1 de julio de 1972 en el hospital de Wilde, Avellaneda.
En un pueblo próximo a Santa Ana conoce a Pedro Díaz. Corría el año 1927 cuando Juana quedó embarazada. Tenía 18 años. Pedro uno más que ella.
En Los Años 30 y 40.
Mis tíos recuerdan que siendo ellos niños y adolescentes vivían mudándose de pueblo en pueblo. Muchas veces su papá se ausentaba de la casa por tiempos prolongados. Es que Pedro era un trabajador “golondrina”.
Los permanentes viajes de Pedro para obtener trabajo le hicieron conocer muchos sitios del Norte argentino. Alguna vez parece ser que trabajó en unas canteras de cal en Córdoba que le terminaron provocando serias quemaduras en los pies y en las piernas. Permaneció internado un tiempo pero su familia recién se enteró cuando regresó al hogar. Ese hecho pareció tomar conciencia a Pedro que era necesario encontrar un trabajo que le permitiera a él y su familia llevar una vida más estable y “normal”.
Los Hijos de Pedro y Juana.
La necesidad de contar con una residencia permanente, más amplia y confortable, además de un trabajo con cierta estabilidad, respondía a la realidad que vivían a fines de los años cuarenta.
Fueron trece los hijos de Pedro Díaz y Juana Torino. Pero solo ocho de ellos alcanzaron la adultez.
Justo Salvador fue el primer hijo, nacido a fines de febrero del 28.
En junio del 36 nace Lidia del Valle. Dos años después Luis Antonio (Lucho). En septiembre del 40 nace Mercedes (Mecha). En noviembre del 42 Mario Donatilo (Chicho). En octubre del 44 Juan Carlos (Pocho). En septiembre del 48 nace Domingo Antonio (Cacho). Finalmente, en febrero del 52 nace Alberto Antonio (Tito). Todos ellos renombrados con apodos populares que los igualaban aun más a la clase de los simples.
La Llegada a Bs. As.
La mayoría de los hijos de Pedro Díaz y Juana Torino viajaron desde Aguilares, ciudad del sur tucumano, hasta el sur del conurbano bonaerense, especialmente a San Francisco Solano. Allí se establecieron, formaron familia y desarrollaron sus vidas. ¿Cuántos sueños y miedos habrán traído con ellos? ¿A que venían? ¿Qué los motivaba? Sin duda el anhelo de alcanzar una vida con mayor bienestar familiar y posibilidades ciertas de crecimiento personal: dos poderosas razones para emprender semejante aventura. Nadie les regalaría algo, todo sería sacrificio, pero sentían en su ser la esperanza de hallar en la gran ciudad todo aquello que veían postergarse en su tierra natal.
Hemos dicho ya que Don Pedro Díaz era un trabajador “golondrina”, que se ausentaba del hogar por largas temporadas y que ese “hogar” eran viviendas muy humildes, y nunca propias, ya que se mudaban con frecuencia de pueblo en pueblo.
Las familias, como la de mis abuelos paternos, solían ser muy numerosas a pesar de las terribles epidemias que diezmaban a la población infantil.
¿Porqué se daban estas situaciones de vulnerabilidad familiar?
El trabajador golondrina es aquel que se ve obligado a viajar a otras localidades o provincias en la búsqueda de trabajo. En los años 30 y 40 comienza un acelerado deterioro del modelo agro exportador impuesto por la oligarquía argentina. Causa de ello es no sólo la gran depresión económica por la crisis capitalista del 30 sino también por los cambios políticos y económicos evidenciados durante y después de la segunda guerra mundial.
Tratando de sintetizar: el interior agrario pierde protagonismo en la economía argentina, sus fuentes de trabajo expulsan la mano de obra y miles de argentinos dan vida al fenómeno socio económico moderno conocido como “migraciones internas”.
El proceso industrializador iniciado con la sustitución de importaciones adquiere gran dinamismo en las grandes ciudades, especialmente en la capital federal y la costa litoraleña.
El peronismo dará prioridad absoluta a la defensa y promoción de la industria nacional y sus trabajadores, potenciando aún más la fuerza del movimiento migratorio que abandona el interior para radicarse en los grandes centros urbanos.
Sin embargo, las diversas olas migratorias no cesan aunque Perón ya no esté en el poder.
Durante los años sesenta el flujo de las migraciones internas será tan fuerte que en muchos sitios del conurbano bonaerense irán surgiendo asentamientos un tanto caóticos en su conformación que con el tiempo serán conocidas como “villas”.
En éste contexto político, social y económico se produce la llegada de mis tíos desde Tucumán a Solano.
Algunos de ellos viajaron a Bs As. siendo veinteañeros. Hubo algunas excepciones. Mecha llegó con solo 14 años, en 1954. Cacho tenía 13 años cuando llegó con su padre a Solano en 1961. Tito tenía 16 años cuando asistía al 4to año del secundario en la escuela Don Luis Piedrabuena, en 1968.
Pero antes de profundizar en esos primeros años de estadía en este conurbano corresponde que mencionemos a un hombre fundamental de esa etapa en nuestra historia familiar: Daniel Díaz, primo de Pedro Diaz, de allí que todos los hijos de éste lo mencionen como “el tío Daniel”. Si bien parece haber nacido en Jujuy, según su hija Irma, su niñez y juventud se desarrollan en la Provincia de Córdoba. A principios de los cincuenta lo encontramos viviendo en las cercanías de la estación Gobernador Monteverde, Florencio Varela, trabajando en el mantenimiento de espacios públicos. A mediados de esa década ya se ha instalado con su familia en la vivienda situada en la calle Lafayette 419, localidad de Sarandí, Avellaneda. El alquiler de esa casa le permitía residir algo más cerca de su trabajo en el frigorífico “La Negra” situado en la Av. Pavón y las vías del ferrocarril, a orillas del Riachuelo, en Avellaneda.
En 1958 ya podemos encontrar al “tío Daniel” y su familia viviendo en San Francisco Solano, en la calle Alhelí 6512 -continuación de la 845-, a una cuadra de la actual Av. 24 y a unos 300 metros de la estación ferroviaria. Pero..¿cómo llegan a ese lugar? Según relata una de sus hijas, Irma Diaz, actual ocupante de esa vivienda, su padre junto a un amigo fueron a ver unos terrenos en la localidad de Arturo Seguí. No regresaron de allí muy convencidos. Sin embargo, se enteran por terceros que se vendían terrenos accesibles en la joven localidad de San Francisco Solano, fundada apenas una década atrás.
Ya dijimos que Daniel Diaz se muda desde Sarandí a Solano con toda su familia. Importa destacar que entre esos familiares ya estaban conviviendo con ellos mis tíos Salvador y Luis. Así es como llegan mis tíos a Solano; y durante varios años esa casa en la calle Alhelí 6512 recibió y cobijó a todos mis tíos que llegaban desde Tucumán.
Los Diaz, Solano y el Tren.
Muchas veces el ferrocarril ha cumplido la misión de unir pueblos ya existentes en el territorio, sacándolos de su aislamiento. En el caso del tren que unía Avellaneda con La Plata -y más allá, hasta La Pampa- debe decirse que el hombre pareció buscar refugio junto a sus vías: las ciudades crecieron protegidas por la majestuosa presencia de la vieja locomotora y sus vagones. El hombre respetaba y admiraba el ir y venir de sus formaciones. Pero no le temía porque el tren era su aliado en la conquista de un territorio que a veces se mostraba hostil y primitivo. Sin duda alguna el ferrocarril que impulsó el crecimiento de Solano fue un actor principal en las vidas de mis parientes llegados desde el norte argentino. Aunque Solano evidenciaba un crecimiento pujante y sostenido todavía conservaba, bien entrada la década de los sesenta, ciertos aires rurales, reminiscencias de un pasado campestre y salvaje. Recuerda Irma Diaz que desde la esquina de su casa, a 300 mts de la parada del ferrocarril, mirando hacia la actual Av Monteverde, se podía ver la luz de la locomotora impulsando el avance del tren. Su sonido era inconfundible y al escucharlo salía corriendo para viajar diariamente hasta Avellaneda, ya que aún concurría a la escuela del lugar de donde venía.
Otro destacado recuerdo de esa época es el narrado por Cacho Díaz. Cuando el tren ya había pasado por la parada de Solano, marchando hacia el Norte, aproximadamente a la altura de la actual Av. San Martín, no había alcanzado aún gran velocidad, ya que en esa parte de su trayecto las vías dibujaban una ligera curva. Entonces se podía ver caballos, con jinete y acompañante, que se acercaban peligrosamente al tren.
¿Se trataba acaso de delincuentes listos para abordar la formación con el espectacular estilo de las películas de cowboys? No. Eran solidarios y valientes vecinos del lugar que transportaban pasajeros que no habían podido ascender al tren, de modo normal, en su parada oficial.
Cacho Díaz.
San Francisco Solano y mi tío Cacho tienen casi la misma edad. Nacieron a fines de los años cuarenta durante el peronismo. Solano en el sur del conurbano bonaerense; Cacho en Aguilares, en el sur de Tucumán. Pero sus existencias estaban destinadas a cruzarse y el encuentro se produjo en el año 1961. Pedro Díaz viaja desde Tucumán a Bs As y es acompañado por uno de sus hijos menores, Cacho, de 13 años de edad.
Traerlo a su hijo era como una especie de regalo por la finalización de su escolaridad primaria. Pero al parecer su estadía en Bs As solo sería por pocas semanas, quizás sólo durante el verano.
Pero Cacho no tenía interés en regresar. Se sentía fascinado por la vida en Solano y en la Capital Federal. Fue crucial entonces la intervención del “tío Daniel”, quien le había prometido que le conseguiría un trabajo para no tener que regresar con su padre a Tucumán. Y la promesa fue cumplida. Su primer trabajo fue en una panadería de Avellaneda.
Varios de sus hermanos mayores ya residían en Solano y es probable que para ese año de 1961 ya no tenían que pasar prolongadas temporadas en lo del “tío Daniel”. Salvador y Luis habían comprado un terreno en la calle El Pato, entre El Tordo y El Mirlo, a unas 8 cuadras de la Av. 24. Aunque al principio solo era una casilla humilde y la zona estaba muy despoblada el lugar iría adquiriendo cada vez más importancia en la historia familiar de los hermanos Díaz.
En 1965 Mecha Diaz se instala allí por un tiempo con su hijo Ricardo, un bebé de pocos meses de vida. Ella administra un pequeño negocio, una especie de kiosko. Este dato es importante destacar porque derivará en un hecho crucial en la vida de Cacho: conocer a la futura madre de sus hijos y su compañera de toda la vida.
Carmen Amarilla vivía enfrente de la casa de la calle El Pato. Tenía 14 años y en una de las tantas veces que se cruzó para comprar algo en ese negocio lo conoce allí a Cacho.
Tres años después, en 1968, se casan.
Al año siguiente, en enero y en diciembre, nacieron, respectivamente, Marcelo y Sergio.
En ese tiempo de sus primeros hijos los encontramos viviendo en un pequeño departamento de Capital. Cacho trabaja en una portería. Pero no es del todo feliz. Necesita volver a Solano. Extraña la familia, los amigos, los partidos de fútbol en los potreros.
Regresaran a Solano y años después probarán suerte en Tucumán. Pero esa es una historia que en otra oportunidad será escrita.
Hola Eduardo Díaz, buscando fotografías sobre el ferrocarril Provincial P 1, de Avellaneda a La Plata, dí con su blog y me ha gustado mucho su aporte de la fotografía que publicó sobre el Arroyo Las Piedras; le comento que dirijo un blog que está dedicado a la historia y actualidad de dicho ferrocarril, donde tomo a nuestra querida localidad de Solano como eje; por ello, me tomo el atrevimiento de recompartir dicha foto en mi blog donde debidamente quedará registrado su Link de enlace a su página. Desde ya un saludo, le dejo mi enlace de blog. Su fotografía estará en la edición hacia finales de este mes de Julio de 2017.
https://lavozdelvecinosureno.wordpress.com/2017/07/01/ferrocarril-provincial-p-1-la-plata-avellaneda-ideas-proyectos-y-promesas-hundidas-en-la-nube-de-las-incertidumbres-3era-parte/
Que tal Carlos Omar! Antes que nada debo agradecerle por la lectura de mi artículo en la página web de la Agrupación Cultural Pueblo Kilmes.
No quiero arruinar su entusiamo por la foto que ha mencionado; pero si observa al pie de la misma apreciará que fue tomada en Aguilares, Tucumán.
Es verdad que tiene un extraodinario parecido al puente del ferrocarril provincial, sobre el arroyo Las Piedras en Solano, según me lo ha expresado Víctor Gabriel Gullotta, historiador de Solano y del ferrocarril en cuestión.
Por otro lado lo felicito por su blog. Siempre resulta gratificante hallar emprendimientos históricos y culturales que sirvan para mantener viva la memoria de la comunidad.
Un gran abrazo para Usted!