La sudestada se sale de madre de la ribera quilmeña. El asiento para los transeúntes ya ha quedado inundado e inaccesible y las hojas de otoño comenzarán a naufragar.
En una bicicleta de ruedas anchas y andar firme, con el horizonte del eterno río marrón como fondo, pasa un niño. Un poco más, se presiente, saldrá de cuadro y se escapará, tranquilamente, de la sudestada. Siempre ha sido así.
Siempre.
Pueblo Kilmes. Un homenaje fotográfico a los 350 años de nuestra Fundación