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Malvinas fue una gesta

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El 2 de abril de este año se cumplen 34 años de la recuperación de las Malvinas Argentinas. Elegimos este título como un contrapunto al artículo publicado el año 2012 por el periodista Hernán Brienza titulado  “El 2 de abril no fue una Gesta”, en Tiempo Argentino (http:/www.taringa.net/post/noticias/14445973/El-2-de-abril-no-fue-una-Gesta.html).  En los últimos años con el tema Malvinas se han sucedido  una catarata de comentarios derrotistas, de humanismo vacío, de relatos individuales fuera de contexto y cargados de golpes bajos emocionales, de manera que nos resulta imprescindible  realizar un  esfuerzo  para pensar lo que fue sin duda un hecho  conmocionante,  y hasta diríamos con cierta audacia “revolucionario” de la Historia Argentina.

 

Continuidad entre “dictadura militar” y “democracia”:

 

Dictadura y democracia deberían ser dos términos antagónicos.  Sin embargo, aun variando las formas, vemos ahora cómo tanto el instrumento militar como el instrumento democrático en las décadas del 70,80 y 90, se pusieron ambos al servicio de élites corporativas depredadoras y generadoras de corrupción y miserias.  Aquellas fuerzas armadas fueron generando a gran parte de la sociedad democrática actual, descerebrada, debilucha,  obscena y juerguera, entreguista y vendepatria, violenta y drogadicta, apática y conformista,  ciertamente despojada de espíritu de lucha y  con escasa  voluntad de victoria sobre los enemigos tradicionales.  Por supuesto, con la honrosa excepción que otra gran parte del pueblo argentino ha resistido formatearse bajo esas características.  La cínica culminación de esa amarga descripción se encuentra hoy en la derivación de un proceso político de gobierno que podemos definir como el postulado de la antipolítica, y del eclipse y otra vez del olvido de la cuestión Malvinas como si esto fuera un tumor a superar en nuestra historia. Al fin y al cabo Margaret Tatcher  dijo que la Argentina le debía la democracia a ella.

 

Lo cierto es que pese  al General Galtieri y a su Alto Mando Militar corrupto y traidor  la Argentina produjo un hecho histórico básico llamado Guerra, del cual no debiéramos arrepentirnos, ni pedir perdón, ni tener  que hacer, después de la derrota,  lo inaudito  para congraciarnos con alguien que fue y seguirá siendo  nuestro acérrimo enemigo: Gran Bretaña (recuérdese, Menem besando la mano de la Reina y declarando al país “aliado extra OTAN”). Guerra, tal como fue,  pese a los globalizadores y a los tibios demócratas que sólo quieren la “paz” para seguir haciendo  negocios espurios y mantener el statu quo bien al estilo del “limpio” Gerente inglés.  Sentir esto y elevarlo al grado máximo del espíritu de nuestra Nación se convierte ya en una cuestión de supervivencia.  Lo contrario es aceptar las condiciones que nos vienen imponiendo los agentes colonizadores.

 

De un ejército como el nuestro que mantuvo durante la década del 70 la Doctrina de la Seguridad Interior, reprimiendo a su propio pueblo, que sirvió a los intereses de EEUU en la contrainsurgencia de Centroamérica, que prohijó el plan de entrega de las fuerzas productivas según el plan económico de Martínez de Hoz y no abrazó, en cambio, una Doctrina de la Defensa de la Patria,  mal se podía esperar una concluyente y patriótica  Recuperación de nuestro espacio histórico de Malvinas.  Y sin embargo, por esas cosas de los malabarismos de la historia, la Argentina, aun así, con generales impredecibles soñando hacer confluir el apoyo de masas con la represión de masas, produce este acontecimiento de envergadura mundial. Y a partir de entonces la Argentina fue mirada con un ojo abierto y otro cerrado.

 

Contexto histórico:  Ilusiones y realidades, Ejército débil y Sociedad desarticulada.

 

El mundo en 1982 era fuertemente bipolar: EEUU-URSS, Capitalismo/Socialismo, y un importante grupo de Naciones No Alineadas más bien fluctuante para el último bloque que para el primero.  Cada bloque luchaba por zonas de influencia.  La dictadura militar creía que por su adscripción al bloque Capitalista, por su papel de buenos muchachos adentro y afuera, iba a conseguir la venia de ese bloque sin graves consecuencias, aun a costa de una última humillación al Reino de la Gran Bretaña, y con una Margaret Tatcher en retirada, odiada en Europa continental.  Mal pensó que la vieja dueña de los mares no se iba a movilizar por una porción de tierra en el Atlántico Sur.  La concepción geoestratégica de todo el mando militar argentino era de una ingenuidad total, producto del desconocimiento de la historia mundial, de las alineaciones y de las luchas que se venían librando por esas zonas de influencia.

 

En ese contexto la Argentina se metió en la Guerra, sin creerlo, hasta último momento.  La concepción política ideológica de lo que se podía poner en juego y movimiento no le permitió al Alto Mando Argentino percibir lo que estaba realizando. ¿Y qué es lo que podía provocar?  Nada menos que la derrota de la Real Marina Británica.  Cuando advirtieron que lo impensable podía ser una realidad, más allá de su voluntad y convicciones pusilánimes, hicieron todo lo posible para caer en la derrota, esto es: no disponer la defensa estratégica de las islas, no adiestrar suficientemente a los soldados, no suministrarles apoyo logístico suficiente en municiones, ropa y viandas, no disponer nuestra Marina en el Teatro de Operaciones, no construir una base área de emergencia en las Islas que permitiera ataques rápidos y permanentes,  manteniendo alejada a la flota el mayor tiempo posible, no disponer de un sistema de alerta rápido ante la construcción de la cabecera de playa del enemigo, y un ataque para batirlo, no disponer una retaguardia adecuada y fortificada, no desembarcar material militar básico, pesado y liviano, no producir acciones en el continente contra los intereses  económicos y financieros británicos, no aleccionar a toda la población y ponerla en pie de guerra, con una verdadera voluntad de vencer, aunque pese a ello la inmensa solidaridad y puesta en marcha del pueblo argentino fue tremenda y ejemplar.

 

Debemos decir, contra los cachirulos de siempre, que la Guerra planificada por el Alto Mando Militar Argentino fue un error total.  Pero no fue un error la Guerra en sí misma, ya desatada, como voluntad de la Nación para recuperar un territorio propio. No hay que tener temor en decir esto. Ahí está la verdadera Gesta de Malvinas. Hay que decirlo. No cambia un ápice la permanente voluntad de paz del pueblo argentino. Los británicos hacen la Guerra en todas partes del mundo y dicen ser los dueños de la más completa democracia sin complejos. No debiéramos avergonzarnos nosotros de la Guerra, de los Héroes que produjo, desde el Capitán Giacchino hasta el último soldado muerto antes de la rendición. Tampoco estamos diciendo que lo volvamos a hacer. Pues en cada momento se imponen distintas accione.  No es la primera vez que una Nación se enfrenta a la opción de la Guerra, aunque deseamos que no sea así.

 

Ese ejército débil  en mente y cuerpo desarticuló a la sociedad argentina.  Y la sociedad argentina cada vez más debilitada desarticuló a su ejército.  Una historia de desencuentros bien programados por intereses antinacionales.  No se podía vencer a la potencia Marítima, atlantista, sin salir del marco del atlantismo.  Haber vencido en Malvinas hubiera representado un quiebre en la Historia de Occidente en toda América del Sur.  Y el Alto Mando Militar Argentino no tenía en mente producir un hecho histórico de tales consecuencias sino, a la sumo, una maniobra que le permitiera por la vía de una justa causa nacional  perpetuarse en el poder, a favor de las potencias occidentales. Muchos militares británicos sintieron la posibilidad de la derrota en distintos momentos del curso de las operaciones, ya echadas las cartas y enfrentados con el afán de los actores y el patriotismo argentinos. En cambio algunos civiles y militares argentinos deseaban o planeaban la derrota, también con el mismo sentimiento del Alto Mando a medida que las cosas se ponían más calientes. La izquierda pacata contenta porque no se perpetuó el dictador (no le importaba la fractura que Argentina como Nación podía producir en el concierto globalizador de Naciones).  La derecha blanca, feliz porque no se concretó la división de Occidente (no le importaba el dictador de turno). Pero el pueblo argentino quería la Victoria. ¿O no lo sentíamos así aquellos que tenemos suficiente edad para recordar nuestras fibras íntimas de aquel entonces? Sin importarnos el dictador ni el proceso militar de turno.  Brienza no logra verlo con alguna mínima claridad y sacar conclusiones más adecuadas.

 

Reconocimiento de la Derrota o Derrotismo:

 

Son ya muchos los análisis –inclusive de los propios ingleses- que van dando cuenta que aun en medio de esta falta de concepción política estratégica y  de voluntad para poner en el Teatro de Operaciones las más favorables condiciones para la victoria, la Argentina estuvo a punto de vencer. ¿Le parece extraño?  Claro: porque nunca se habló de la real capacidad de nuestra Nación al punto de la victoria.  Todo fue “derrota”. Pese a todo, podríamos hacer algún ejercicio de historia contrafáctica: es decir, de aquello que no ocurrió pero que estuvimos a un “pelito” que ocurriera.  Aunque “pelito” no sea una categoría histórica para los analistas. Los británicos estaban al límite de su capacidad operativa, de municiones, de cansancio, sus tropas no podían ser suficientemente movilizadas por la pérdida de helicópteros (hundimiento del Coventry), la fuerza área argentina les había propinado algunos golpes, que pudieron haber sido decisivos de haber explotados cinco o seis misiles en los cascos de sendos buques de guerra.  Pero el General Benjamín Menéndez, Comandante de las fuerzas argentinas en la Islas, la única batalla que había librado era la de la contrainsurgencia en Tucumán. De pronto no podía enfrentarse así nomás con el aliado anticomunista que había sostenido a las Juntas Militares en América del Sur, junto a los EEUU, sin producir un terrible descalabro en la marcha de la Historia Argentina y del propio mundo Marítimo Occidental.

 

Hemos leído frases increíbles, absurdas,  simplistas.  Por ejemplo: “El alcohol mató a 650 personas”, como si la afición del General Galtieri al etílico refinado fuera la causa de las muertes argentinas, muchas de ellas (casi la mitad) producidas por la criminal acción del hundimiento del General Belgrano.  Gastón Pauls, protagonista de una película que sólo levanta la mirada para ver el fuego, o hundirse en la fría turba de Malvinas, o denunciar las  “estaqueadas” ordenadas por suboficiales apátridas,  habla con el lenguaje del enemigo: la “invasión a Malvinas” (en un documental producido para Discovery Chanel). A docentes de alto rango en escuelas públicas de la Provincia de Buenos Aires escuchamos decir que el “2 de abril” se recuerda la “derrota” argentina y no la Recuperación. Al Diario Clarín en su Revista dominical expresar “que el peor enemigo del ejército argentino fue el propio ejército argentino”, olvidando que actuó la flota más poderosa del mundo contra nosotros, y profesionales mercenarios.  Y a más de uno escuchamos decir que fue un error, que nunca debimos, que la paz y las negociaciones sobre todas las cosas, que los ingleses ya estaban a punto de entregarnos la soberanía en 1982 (desconociendo todas las relaciones marítimas atlánticas que producía la Guerra Fría de bloques en el Atlántico Sur, y la importancia estratégica para Gran Betraña de estas Islas, cuyo primer combate ya se había tenido en 1914 contra una Escuadra Alemana en el marco de la Primera Guerra Mundial, hecho casi desconocido). Nunca nos iban a devolver las Malvinas.  Ni antes, ni ahora, ni después, sin que se produzca un gran descalabro internacional que desconocemos ni profetizamos.  Para pensar, ciertamente. No justificamos nada, ni pretendemos aleccionar en el sentido de “si hubiéramos hecho…”.  Hablamos de hechos y consecuencias que conmovieron a toda la Nación.

 

Los grandes medios de comunicación, los políticos de turno, importantes sectores de las Fuerzas Armada se constituyeron ante la derrota en aliados naturales del enemigo/vencedor.  Se eliminó con gran apoyo popular el Servicio Militar Obligatorio llevado al absoluto desprestigio con el caso Carrasco.  Se destruyó la Industria Militar Argentina que venía produciendo aviones de combate rápidos (Pucará), o misiles de mediano alcance, y todo tipo de municiones con el pacto de alineamiento incondicional con los EEUU, dejándonos en una situación de total indefensión. Se detuvo Atucha II por muchos años.  Se reorientó la capacitación de las Fuerzas Armadas en el envío de misiones al exterior (Haití, Chipre, Kosovo, etc., los “cascos azules”) que no tienen nada que ver con nuestros intereses nacionales pero se sujetan a la voluntad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dominado por EEUU/Inglaterra.  Se lo observó al periodista “independiente” Lanata en las Malvinas rindiendo homenaje en el cementerio Argentino pero de paso informando del gran desarrollo económico de las Islas después de “su” victoria.  Se nos hace creer que fuimos los “provocadores”, se habla de paz hasta el hartazgo mientras son ellos los que nos siguen amenazando con la Guerra ( Anthony Blair declarando que lo volvería a hacer como Margaret Tatcher, y el actual David Cameron otro tanto).  Y cuando la Argentina comenzó en los últimos años a torcer aquel rumbo sometido  al coloniaje vuelve a desembarcar la antipolítica, los desmalvinizadores.  Por ello, cada 2 de abril la Argentina resignifica su pasado en función de su presente.

 

Malvinas merece como siempre un profundo responso para todos los caídos.  Pero también una reflexión sobre la conducción política y militar de cualquier gobierno.  Y de cuáles son los distintos caminos para poner a la Argentina en un destino.  El destino no viene solo.  Lo proyecta el pueblo con sus deseos, su voluntad de fundar una Nación única, bella, solidaria con sus reales amigos, fiera y firme ante sus enemigos.

 

3 comentarios sobre “Malvinas fue una gesta

  1. Interesante análisis, Víctor. Son muchos los hechos (señalás varios) que hacían dudar que la dictadura más pro yanky de nuestra historia, le hiciera una guerra a los intereses representados en la OTAN. Ya no se discute que la verdadera intención fue cubrir con una cortina de gloria tantas bestialidades hechas en 7 años. Pero Inglaterra no es Chile y la naturaleza de la disputa tampoco. Comenzada la lucha, sinceramente creo como argentino, que no había lugar para neutrales. Trataron de madrugar al imperio poniéndolo ante el hecho consumado pensando que no habría reacción militar (primer error) para luego, aceptar la “mediación” de EE.UU. (2º imperdonable error) y finalmente, negarse a patear el tablero del sistema político militar encarnado en el TIAR (3º error estratégico), cuando la lucha estaba empeñada. Recordemos la voluntad de participar en el conflicto mediante apoyo directo de Perú, Venezuela y Cuba y apoyo político de casi toda la región. Imposible saber si esos apoyos hubieran alterado el resultado final; si creemos que el sistema interamericano armado por los yankys desde la II Guerra Mundial, hubiera volado por el aire, con consecuencias impredecibles. Hacia adentro, esa falta de voluntad de la dictadura se vio sobre todo, en el plano económico; ya que el enemigo siguió haciendo negocios en la Argentina como en los buenos tiempos. A los usurpadores de la Casa Rosada, nunca les pasó por sus cabecitas “occidentales y cristianas” la idea de “Nación en armas” movilizando todo los recurso humanos y materiales para garantizar la victoria. Nunca quisieron explotar la rivalidad yanky – soviética (porque en el fondo esperaban la palmadita de EE.UU que permitiera volver al redil, sin pagar costos). Aunque de la duplicidad rusa no podía esperarse nada bueno, como lo demostró en el Consejo de Seguridad con su abstención funcional al Reino Unido, pudiendo vetar la condena a nuestro país. Un veto que sí usó cuando por pedido de Carter, la ONU intentó condenar la violación de DD HH en la Argentina. Entonces con su voto negativo, Moscú devolvió el favor que le hizo la dictadura cuando rompió el embargo triguero yanky a la URSS. En cuanto a explicar la guerra por la devoción alcohólica de Galtieri, es tan absurdo como decir que la 2da. guerra mundial sucedió “porque Hitler estaba loco”; o porque fue un enfrentamiento entre “democracias” y “totalitarismos”; un cuento que todavía hoy soslaya la necesidad de un nuevo reparto del mundo de entonces, entre las potencias en disputa. Pero ese reduccionismo no es ingenuo, ya que siempre trata de esconder las causas de fondo. La desmalvinización que comienza al otro día de la derrota militar y de mano de misma dictadura, se profundiza en democracia; basta recordar el reemplazo de la conmemoración cívica de la jornada histórica del 2 de abril, por un acto político-administrativo (que la memoria popular no registraba) como fue el 10 de junio de 1829, en que se crea la Comandancia Política y Militar de las islas y adyacencias. Y después las “relaciones carnales” cuyo símbolo fue el osito que el canciller Di Tella manda a cada familia kelper y el desguace del misil Condor II entre otras miserias. El tema servicio militar amerita un debate más profundo ya que intervienen cuestiones técnico – profesionales que hacen a la defensa, pero no olvidemos que (como aconsejaba el gran amigo del tercer mundo, Mao Tsé Tung) “La política siempre al timón”, ya que la guerra es un hecho político por naturaleza. Hay mucha tela para cortar y más aún, en ésta nueva Era Oscura que transita nuestra Patria de la mano del Gran Globero y sus secuaces. La seguimos en otro momento y gracias por tu dedicación. Abrazo!!!

  2. BRILLANTE análisis y reflexión. Mis respetos por este grupo de intelectuales del pueblo Kilmes que se la juegan en estos tiempos difíciles.
    Adelante Compañeros!
    Van a hacer historia!
    Los abrazo

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