home Escritos, Solano Todo por un barrilete. (El muchacho solanense que de niño perdió los dos brazos)

Todo por un barrilete. (El muchacho solanense que de niño perdió los dos brazos)

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_MG_1579El tendido de la luz eléctrica llegó a Solano en octubre de 1961 sostenida por postes de palmeras con base empetrolada. Pero por encima en algunas calles se tendió la fuente principal de alta tensión sostenida por columnas de cemento. En 1967 con mi amigo Víctor compartíamos el Colegio Primario Nro. 64, entre Avenida Provincial y 848, con las mejores y más bonitas maestras.

En una fatídica tarde de ese año a Víctor Del Acquilla se le enganchó un barrilete entre los cables de alta tensión de la torre de esa Avenida y 851. Solano se coronaba de barriletes multicolores hechos de papel crépe; o de los otros, los nuestros, hechos de papel de diario, engrudo y cola de trapos livianos. Se hacían competencias de altura y distancia. También a veces se desataban verdaderas batallas aéreas en las que los barriletes dirigidos por sus dueños buscaban cortar el hilo de los otros con la cola colgando de gillettes. Se jugaba a la “largada”, que consistía en abandonar el barrilete y su carretel, para atraparlo por una hilera de muchachos unos cincuenta metros más allá, y si no se lograba se lo perdía seguramente para siempre. Al “tirabuzón”, a la “picada”, al “mensaje”, con papelitos que se elevaban al cielo desde el carretel al corazón del alto barrilete.

Pero a Víctor esa tarde se la había enganchado el juego y quería recuperarlo. Entonces escaló esa impasible torre. Llegó a la primera abrazadera de cemento y luego a la segunda. En la tercera se paró y extendió sus dos manos para alcanzarlo sin saber que el monstruo le devoraría hasta los brazos. Cayó al suelo desde esa altura. El vecino de la esquina salió de su casa, lo alzó y corrió hacia el hospital. Todo el barrio fue un grito al unísono, la mecha de una pólvora encendida que nos quemaba a todos. Cuando yo llegué logré ver la carrera enloquecida hacia la Salita de Solano. Se había salvado, pero en el Hospital de Quilmes debieron amputarle los dos brazos.

Recuerdo cuando algunos días después fui al hospital a visitarlo. Estaba con las mantas blancas cubierto por encima de sus hombros y ya se adivinaba aquel tremendo corte. Poco pude decirle. Víctor se me perdió con el correr de los años. Se dedicó a pintar con los dedos del pie. Mucho después ya supe que sabe manejar con las dos piernas, se casó, tiene hijos, y realiza muchas tareas del hogar con la boca.

don-ricardo-abrazo-del-almaA Víctor lo conoció el orbe cuando fue publicada esa foto (titulada “El abrazo del alma”) de la final del mundial de 1978 en el Monumental de River. Se le acercó al Pato Fillol y al Conejo Tarantini que se arrodillaban abrazados por la victoria ante Holanda, gritando, vestido con una remera de mangas largas que le colgaban al vacío y millones de argentinos lo acompañamos en ese abrazo que no pudo ser. Absolutamente todos en Solano, cada padre y cada niño, saben como una canción de cuna impregnada en el alma desde aquel entonces que jamás deberán subir a esos monstruos de cemento. Es mil veces preferible dejar la esperanza de un barrilete enganchado.

                                                                                                                            foto Ricardo Alfieri

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